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El domingo pasado tuvimos elecciones presidenciales. Anoche la Junta Central Electoral publicó sus resultados oficiales declarando ganador y presidente electo al Lic. Danilo Medina.
Según los “observadores” internacionales y los medios en sentido general, tuvimos elecciones limpias, transparentes, legítimas, justas y confiables.
Limpias porque no hubo arrestos generalizados en todo el país, porque no se arrestaron a más de diez generales retirados aliados al PRD, porque no se intentó arrestar a Guido Gómez en la avenida John F. Kennedy, porque no se arrestó a José A. Gómez, director del siglo 21 e hijo del periodista Guillermo Gómez, porque no se arrestó a la dirección política del PRD en pleno en Cotuí, porque no se tiroteó el vehículo del “Loco Fermín” en Santiago, porque no hubo centros de compras de cédulas masivas en todo el país, porque los medios no tomaron videos de estos centros de compras de cédulas, porque de haber sido cierto lo de los arrestos habría sido en violación a la ley electoral que prohíbe arrestos en el día de elecciones salvo en los casos de flagrancia.
Transparentes, porque no fue cierto que la JCE se dedicara a desacreditar al principal y único observador local válido: Participación Ciudadana. No fue cierto que los observadores fueran obstruidos en múltiples lugares, que se les impidiera estar en el proceso de escrutinio, que se les expulsara del centro de cómputos y que se les excluyera del proceso de elaboración del primer boletín. Tampoco es cierto que se expulsara a los delegados técnicos del PRD durante la elaboración del boletín número uno y es una fabulación que el presidente de la JCE se negara a recibir al PRD durante todo el día. Tampoco se cerró el canal 11, el periódico 7 días y el periódico el siglo 21.
Legítimas porque se dieron a la oposición las mismas oportunidades de ser escuchados, de presentar reclamos y de atender a esos reclamos que se dio a la oposición, porque no se dio apoyo militar a los centros de compras de cédulas, porque no es cierto que se instalara un centro de compra de cédulas frente al local del PRD en la avenida Jiménez Moya, porque no es cierto que estaba apoyado por una patrulla de la policía. Tampoco es cierto que dos helicópteros prestaran apoyo aéreo en Neyba en una acción de agresión a la oposición. Las tres mujeres heridas del PRD se dispararon ellas mismas.
Justas sobre todo, porque no hubo uso ni abuso del los recursos del Estado, porque no existen levantamientos de organismos independientes y observadores entre los que se encuentra Participación Ciudadana que comprobaron el abuso y es falso que la proporción en los medios fuera de 2-1, que la proporción en los afiches callejeros fuera de 10-1 en el gran Santo Domingo y 20-1 en el interior del país. Tampoco es cierto que se usaran las tarjetas solidaridad para beneficiar al candidato oficial y es una mentira que el periodista Huchi Lora pudiera comprobar el uso de la tarjeta de SENASA para beneficiarlo.
Confiables porque no es cierto que la JCE está compuesta por 5 jueces de los cuales 4 son del PLD, porque no actuaron de forma parcial y agresiva contra la oposición durante todo el proceso, porque no es cierto que continuaran el proceso de emisión de boletines aun cuando dos partidos minoritarios habían presentado un recurso, apegado a la ley electoral, que habría sido ignorado. Tampoco es cierto que el tribunal electoral, instancia contenciosa a la que pudiera acudir el PRD, es controlado por el PLD, al igual que la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Constitucional.
Porque de ser todo eso cierto, no podría hablarse ni de elecciones, ni transparentes, ni legitimas, ni justas ni confiables.
Que conste.
El 1996 fue un año de trascendental transición en la conformación de las principales fuerzas políticas en la República Dominicana.
Desde su formación, el PLD libró una lucha encarnizada, fratricida, a muerte, con el partido de donde nació: el PRD.
Para muchos resultaba incomprensible que un partido liberal como el PLD, durante toda la década de los 80’s enfilara sus cañones principalmente al PRD, otro partido liberal, en vez de hacerlo contra el PRSC, que encarnaba el conservadurismo.
Sin embargo, era lógico que así fuera, pues el PLD buscada conquistar el mismo mercado electoral que el PRD dominaba, por lo que antes que atacar al PRSC, cuyos partidarios no podría nunca tener, su blanco era el PRD, de donde salieron y cuyos partidarios eran ideológicamente más cercanos. El hecho de que muchas veces se convirtieran en “aliados naturales” del PRSC no les importaba mucho. Lo interesante es que se iba creando una afinidad que muchos años después daría su fruto.
En 1990 se dio el escenario que el PLD siempre soñó: el PLD desplazo al PRD al tercer lugar y aglutino el voto liberal. El fraude contra el PLD y Juan Bosch impidió que el PLD pudiera consolidar el voto liberal.
En 1994, José Francisco Peña Gómez reconquistó el voto liberal y el PLD volvió a ser relegado al tercer lugar. El fraude electoral grosero impidió a Peña Gómez llegar al poder pero abrió una oportunidad inesperada para el PLD: la reforma constitucional descartó la posibilidad de que Balaguer pudiera aspirar en las elecciones del 1996.
Es así como el PRD se perfila como virtual ganador de las elecciones del 1996. Peña Gómez queda solo en el escenario pero se crea un vacio que el PRD fue incapaz de evaluar en su debida proporción. Es allí cuando el PLD elige a un candidato joven, fresco, de hablar pausado, inteligente y que en mucho emula a Balaguer, por lo que comienza a recabar votantes entre los partidarios del PRSC.
Balaguer, temeroso de que Jacinto Peynado se convirtiera en el nuevo líder de su partido y lo desplazara, prefirió apoyar al PLD y su candidato, en el entendido de que le resultaría más fácil “recobrar” esos votos del PLD.
El PLD toma entonces la decisión más difícil e inteligente de su historia: se convierte en el partido conservador. Era una verdadera genialidad política. Conquistar a los liberales era una tarea hercúlea, ciclópea. Quitarle al PRD el segmento liberal, siendo el PRD un partido histórico y paradigmático era casi imposible.
Por otro lado, absorber al sector conservador, que además no era propiamente fiel al PRSC tanto como lo era de la política clientelista del mismo sería fácil desde el poder. A esto se agregaba la ventaja de que el segmento conservador siempre fue ligeramente superior al liberal, pues la sociedad Dominicana es una sociedad conservadora. Agregar a los conservadores, el pequeño segmento liberal del PLD daría una mayoría. Es así como el PLD se alza con las elecciones del 1996.
El PLD llega al poder con una consciencia clara de sus objetivos: afianzarse entre los conservadores haciendo un gobierno conservador. A pesar de que esta continuidad del gobierno conservador les llevaría a perder las elecciones en el 2000, enfrentados a Balaguer por la recuperación de su gente, no era una mala decisión.
Leonel Fernández lo dijo bien en aquella frase criptica: “quienes no entendieron porque perdimos las elecciones del 2000, tampoco entendieron porque ganamos las del 1996”.
A partir del 2000 y sobre todo luego de la muerte de Balaguer, el PLD defenestró y efectivamente liquidó al PRSC. Es natural que así fuera pues el crecimiento del PRSC significaría el decrecimiento del PLD. Al haberse nutrido del PRSC ambos partidos son vasos comunicantes. Cualquier candidatura fuerte del PRSC afectaría al PLD.
Eso explica la actuación del PRSC en estas elecciones. Solo un PRSC prácticamente anulado podría garantizarle una oportunidad al PLD.
En estas elecciones se termina de liquidar el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) La única oportunidad que tiene el PRSC de sobrevivir es que las elecciones de hoy las gane el PRD y por eso muchos reformistas han apoyado al PRD.
El PRD no puede aspirar al segmento conservador que reivindica el PRSC. El PRD se beneficia de un PRSC fuerte, pues reduce a su enemigo más peligroso: el PLD.
En un posible gobierno del PRD se puede esperar que se apoye políticamente un PRSC independiente y fuerte, pues políticamente le conviene. Precisamente lo contrario es cierto con relación al PLD.
Quien piense que el PLD es “amigo del PRSC” tiene razón. El PLD es amigo entrañable del PRSC.
Como el ratón amigo del queso.